
En primer lugar, hay que ponerse de acuerdo sobre qué es la miopía. Todos están de acuerdo en que una persona miope suele ver bien o bastante bien de cerca y mal o muy mal de lejos. Y casi todos están de acuerdo en que el ojo de una persona miope es un poco más largo que el de una persona que ve bien (+1 mm = -3 dioptrías). Pero ya aquí muchos señalan que falta el «espasmo acomodativo»: en el miope, el cristalino (esa lente situada un poco detrás del iris) acomoda, es decir, se contrae, más de lo que debería. En este punto, por ejemplo, casi todos los optometristas están de acuerdo, pero no la mayoría de los oftalmólogos (que son médicos).
Para W. H. Bates, que a pesar de ser oftalmólogo se interesaba por la forma particular en que una persona miope utiliza los ojos, la miopía se debía a tres hábitos: fijeza de la mirada, intentar ver un objeto en su totalidad (difusión) y el esfuerzo (intentar ver bien a toda costa). Para él, las deformaciones estructurales dependen de estas actitudes, que son sobre todo mentales.
Junto con Bates, otros estudiosos han observado que la miopía casi siempre conlleva otros hábitos y actitudes: la tendencia a no parpadear, la tendencia a respirar poco, poca movilidad física, cierta timidez y preferencia por las actividades intelectuales.
¿Cómo se produce?
¿Qué dicen los oftalmólogos? Veamos algunas hipótesis, más o menos oficiales:
– «Los ojos crecen como todo el cuerpo solo hasta cierta edad (6 años más o menos). Los de un miope no dejan de crecer y se desarrollan de la única manera posible, alargándose. Todo es culpa de un desequilibrio hormonal».
– «La presión intraocular (del humor acuoso, el líquido que se encuentra entre el iris y el cristalino) aumenta y deforma el ojo».
– «Es la córnea la que puede deformarse bastante, provocando hasta cuatro dioptrías de diferencia».
Todas estas explicaciones no aclaran el porqué, aunque dan algunas pistas sobre el cómo. Si se insiste en preguntar por qué, se obtiene esta respuesta:
– «Es hereditario».
Esta explicación ha sido ridiculizada por estudiosos de otras ciencias (1), pero sigue siendo la preferida por la medicina oficial. Si se insiste, tal vez con objeciones sensatas, la respuesta definitiva es:
– «No se sabe».
Los optometristas
Los optometristas, cuya profesión, nacida en Estados Unidos, constituye un lobby muy fuerte, sostienen que:
– «La miopía es un intento de adaptación. El ojo humano está hecho para cazar bisontes en las grandes llanuras y trata malamente de adaptarse a las nuevas tareas de lectura, ordenador y, en general, de trabajo de cerca, que nunca ha conocido a lo largo de la historia». Es cierto que la miopía era prácticamente desconocida en el pasado (2).
Es cierto que ya en los siglos XVIII y XIX se observó una relación entre la educación y la miopía (3). Y, sin duda, si se compara el casi 90 % de miopía presente entre los chinos cultos y urbanizados de Taiwán con el 18 % entre los chinos, sobre todo rurales y mucho menos alfabetizados, de la China continental de hace aún treinta años, se puede estar de acuerdo. El mecanismo fisiológico que pondría en marcha la miopización sería el «espasmo acomodativo», es decir, la costumbre de contraer continuamente el cristalino (o mejor dicho, los músculos ciliares, alrededor del cristalino), que acaba convirtiéndose en un factor «normal», que ya no se puede modificar.
Esta posición, que sin duda tiene sus méritos, no satisfizo completamente a Bates. En particular, el sostenía que el trabajo de cerca no es en sí mismo perjudicial. Lo es cuando están presentes: la tensión, la fijación y la falta de centralización (el intentar ver todo a la vez), como se decía al principio. Como prueba de ello, proponía la lectura, incluso muy de cerca, de letras muy pequeñas, lo que obliga al ojo a no fijarse, a relajarse y a centralizarse. Lo que, si se hace correctamente, ¡también provoca una mejora de la visión de lejos!
¿Y las emociones?
La bioenergética ha observado a menudo que una descarga emocional puede provocar una mejora temporal de la visión, incluso de una docena de dioptrías.
Quizás, se dijeron los terapeutas, en el origen de la miopía hay traumas emocionales:
– la predisposición a la miopía se produciría durante el periodo de lactancia. Si este se ve perturbado, especialmente si se interrumpe la relación visual con los ojos de la madre, se crea un distanciamiento prematuro, que provoca un «retroceso» de la energía del niño y una sensación de ser insuficiente, inadecuado, no estar a la altura, no merecer amor y aprobación. Y si la madre no mira al niño, o si los ojos de la madre no expresan amor, o si la madre lleva gafas, la relación visual se rompe;
– la sensación de no estar a la altura podría verse reforzada por otras experiencias, como el nacimiento de un hermanito o el miedo a no ser lo suficientemente bueno en la escuela;
– Toda la vida, o casi toda, podría acabar percibiéndose como una especie de examen continuo, en el que uno se siente perpetuamente inseguro, incapaz. Esta predisposición se manifestará cuando predomine el trabajo de cerca, como decían los optometristas.
Pero hay otro factor a tener en cuenta.
Ni huir ni luchar
Ante una situación de estrés, un peligro real o solo percibido como tal, se responde de dos maneras básicas: atacar o huir, a menos que tanto la huida como la lucha sean imposibles. Pero la educación masiva, tal y como la conocemos, tiene como objetivo principal enseñar a no luchar y a no huir. En cierto sentido, la escuela es una prisión. Es más, en comparación con hace cincuenta años, han desaparecido todos los espacios residuales en los que un niño podía experimentar el mecanismo de lucha o huida: ya no existe la posibilidad de jugar en la calle; han desaparecido las «bandas» y todas las relaciones autónomas de los niños con otros niños; el juego se convierte cada vez más en un momento virtual. En resumen, los niños viven todo el día en una prisión mucho más totalitaria hoy en día, aunque sea dorada y cómoda (4).
La miopía sería una respuesta al estrés (sentirse bajo examen) dirigiendo la propia energía hacia el interior, cuando la posibilidad de «actuar hacia afuera» (lucha o huida) se vuelve impracticable.
Las gafas
La idea de que las gafas y las lentes curan la miopía está muy extendida, pero no es cierto. Al revés, si se hace llevar gafas a los chimpancés, estos se volverán miopes (Young). Del mismo modo, si un miope utiliza de cerca las mismas gafas que le permiten ver 100% de lejos, forzará sus ojos a volverse más miopes (hacer un esfuerzo para acomodar aún más). Esta es una idea ampliamente compartida por muchos profesionales.
Los practicantes del método Bates, por su parte, sostienen que las gafas:
– educan en la fijeza de la mirada, el ojo se acostumbra poco a poco a no moverse con respecto al centro de la lente (porque es ahí donde tiene la mejor visión).
– al no explorar los objetos, tenderán a «difundir», a no centralizar, es decir, intentarán ver también los objetos grandes con la misma nitidez, lo que es fisiológicamente imposible.
– y, por lo tanto, se introducirá una tensión constante en el ojo, un esfuerzo que se expresa en la tensión de los músculos extraoculares (lo que luego conducirá a un mayor alargamiento del ojo = aumento de la miopía).
– las gafas provocan además la pérdida de la visión periférica. De ahí se deriva una inseguridad sustancial en el movimiento y una incapacidad para evaluar correctamente las distancias y las velocidades.
¿Y para salir de la miopía?
El método Bates es una educación para usar los ojos de forma natural y constituye el núcleo de cualquier programa de emancipación de la miopía. Trabajar con un profesor preparado permite abordar y resolver rápidamente muchos problemas que parecen irresolubles. También hay que abordar el tema de los hábitos y el estilo de vida para introducir actividades e intereses más naturales.
Y por fin hay que encontrar tácticas y estrategias que limiten el efecto negativo del uso de gafas (5). Puede que también sea necesario plantearse preguntas un poco más profundas sobre cómo y por qué se ha elegido ver de esa manera determinada, es decir, si no es necesario revisar algunas creencias profundas sobre nosotros mismos y sobre el mundo (6).
Notas:
- Young F. A., Leary G. A., Baldwin W. y West D.C., «The Transmission of Refractive Errors within Eskimo Families» en «Am I of Optometry and Archives of the Am Academy of Optometry», 46(9), pp. 676-685 (septiembre de 1969). En un estudio realizado sobre una amplia población de esquimales de Alaska (70 000 personas) se observó una incidencia de miopía nula entre los ancianos, del 2 % entre los padres (seminómadas y casi analfabetos) y del 58 % entre los hijos, que seguían un programa escolar regular y tenían un estilo de vida similar al de los jóvenes del resto de Estados Unidos.
- Juan Keplero, en el siglo XVI, estaba volviéndose miope y descubrió que podía ver mejor utilizando lentes cóncavas, que ya existían desde hacía siglos. Las gafas para presbitas (lentes convexas) se habían inventado y se habían difundido desde el siglo XIII. ¿Por qué nadie había pensado en las gafas para miopes durante cuatro siglos? ¿Quizás porque no había demanda?
- En la corte del Rey Sol se había observado un cierto grado de miopía entre los cortesanos, mientras que los nobles «campesinos» no la padecían. En un informe a la Royal Society of London, en 1813, James Ware anotó que los oficiales de la guardia de la reina (alfabetizados) solían ser miopes, mientras que entre los soldados rasos (analfabetos) la miopía no se daba en más de 6 casos de entre más de 10 000 efectivos.
- Los cortesanos del rey de Francia se encontraban precisamente en esta situación. Vivían una existencia dorada, pero no eran libres de moverse y, naturalmente, se les impedía luchar. Por otra parte, es bien sabido que la miopía constituye una verdadera «enfermedad profesional» de quienes cumplen largas penas de prisión.
- Hay muchas más posibilidades de lo que se piensa: muchas actividades no requieren una gran nitidez para realizarse. En muchas de ellas, las gafas reticulares, o estenopeicas, pueden sustituir ventajosamente a las lentes normales.
- Todas las personas con problemas de visión parecen desear ver bien por encima de cualquier otra cosa. Sin embargo, un mecanismo bien conocido por los profesores del método Bates es que, precisamente cuando un cliente consigue mejorar su vista de forma significativa, comienza a mostrar todo tipo de resistencias y dificultades. Se diría que existe una parte inconsciente, convencida de que ver con claridad de forma permanente pueda ser desagradable o doloroso.
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